Irrumpieron
en
el
panorama
científico
allá
por
el
año
1983,
cuando
se
creó
la
primera
planta
transgénica,
y
se
introdujeron
en
el
mercado
diez
años
después.
Prometían
ser
la
solución
definitiva
para
garantizar
la
productividad
continuada
de
las
cosechas
en
todo
el
mundo.
Veinticinco
años
después,
el
número
de
detractores
de
los
alimentos
transgénicos,
es
decir,
modificados
mediante
tecnología
genética,
aumenta
en
todo
el
mundo.
Lo
cierto
es
que
la
selección
genética
de
las
plantas
para
consumo
humano
es
casi
tan
antigua
como
la
propia
agricultura.
Tradicionalmente
se
han
buscado
variedades
más
productivas
y
resitentes,
por
el
lento
y
azaroso
método
del
cruce
Transgénicos: ¿solución o problema?
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genético.
Los
defensores
de
los
alimentos
biotecnológicos
-
como
prefieren
llamarlos
-
aducen
que
la
ingeniería
genética
solo
acelera
y
controla
este
proceso,
buscando
siempre
características
deseables
e
inocuas.
Sin
embargo,
aún
es
pronto
para
evaluar
los
efectos
sobre
la
salud
a
largo
plazo
de
estas
nuevas
variedades
que
inundaron
primero
el
mercado
norteamericano
de
semillas
y
parecen
adueñarse
del
mercado
mundial.
Se
ha
acusado
a
la
todopoderosa
Monsanto
-
la
empresa
norteamericana
que
produce
y
comercializa
las
semillas
transgénicas-
de
monopolio
y
de
atentar
contra
la
biodiversidad.
En
medio
de
la
polémica,
algunos
países
europeos
-
como
Alemania
o
Francia
-
ya
han
optado
por
prohibir
los
cultivos
transgénicos,
aunque
muy
recientemente
la
Unión
Europea
ha
adoptado
la
controvertida
decisión
de
permitir
a
sus
miembros
decidir
libremente
sobre
la
prohibición
en sus territorios.
Noviembre 2010