Las reacciones químicas
Fácilmente
perceptible
sin
más
que
observar
cualquier
objeto
de
hierro
que
se
encuentre
a
la
intemperie,
se
trata
de
uno
de
los
cambios
químicos
más
evidentes
de
cuantos nos rodean. El protagonista es, en este caso, el oxígeno del aire.
La oxidación de los metales
•
El
oxígeno
(O
2
)
tiene
una
fuete
tendencia
a
ganar
electrones,
transformándose
en
el
anión
óxido
(O
2-
).
Cuando
esto
sucede,
se
dice
que
se
ha reducido.
Así ocurre …
•
Los
electrones
que
gana
el
oxígeno
deben
provenir
de
otros
elementos
químicos,
que
tengan
tendencia
a
perderlos.
Estos
elementos
suelen
ser
los
metales,
como,
por
ejemplo,
el
hierro.
Cuando
un
metal
pierde
electrones,
se
transforma en un catión -con carga positiva- y se dice que se ha oxidado.
La protección necesaria
Desde
que
se
comenzó
a
usar
los
metales,
el
ser
humano
ha
buscado
la
forma
de
impedir
los
procesos
de
oxidación.
Un
recurso
tradicional
ha
sido
el
recubrimiento
con
un
material
protector,
como
la
pintura
de
minio
(óxidos
de
plomo),
de
color
naranja.
Cuando
el
objeto
metálico
es
de
gran
tamaño,
se
recurre
al
galvanizado,
que
consiste
en
recubrir
con
una
fina
capa
de
un
metal
fácilmente
oxidable
(como
el
cinc)
el
metal
que
queremos
proteger.
Este
sistema
se
usa,
por
ejemplo,
para
preservar
la
carrocería
de
los
coches.
•
La
combinación
entre
los
aniones
O
2-
y
los
cationes
metálicos
dan
lugar
a
los
compuestos
químicos
denominados
óxidos.
Éstos
se
forman
en
la
superficie
del metal, donde se ponen en contacto ambos elementos.
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El
acero
es
una
aleación
(mezcla)
de
hierro
y
carbono,
éste
último
en
proporción
de
hasta
un
1,8
%.
Las
propiedades
del
acero
varían
ampliamente
según
su
composición
y
su
tratamiento
durante
la
fabricación,
donde
se
suele
combinar
con
metales
como
cromo,
manganeso,
molibdeno
o
vanadio.
Concretamente,
si
el
acero
contiene
más
de
un
10
%
de
cromo,
es
muy
resistente
a
la
oxidación,
y
recibe el nombre de inoxidable.
¿Qué es el acero inoxidable?